lunes, 25 de julio de 2011

Anxiety.

Boca arriba. Boca abajo. Sobre mi costado izquierdo, sobre el derecho.
Intento cinco, diez, doscientas posiciones diferentes, es inútil:

No puedo dormir.
Mis ojos se cierran, no es por falta de sueño.
Mi cama es suave, no es por incomodidad.
No hace frío, ni calor, así que no es por el clima.

Finalmente desisto de tratar de engañarme, es esta ansiedad la que no me deja dormir, y lo sé perfectamente.

Me siento en el frío suelo que actúa como tranquilizante, y junto con la pluma y el papel, me hace sentir mejor.

Lo peor no es sentir ansiedad, lo peor es desconocer el porqué del sentimiento.
Lo peor es el nudo en el estómago.
Lo peor es esa imagen fija en mi cabeza.

¿Lo mejor?
Lo mejor es la esperanza, la ilusión, el presentimiento, la seguridad que extrañamente tengo, de que pronto, muy pronto...
Nos volveremos a encontrar.

Un tic sin tac.

La luna derramaba su pálida luz
sobre las calles mojadas.
Una caricia, un beso, un adiós.

El viento mecía sus cabellos,
agradecido de poder acariciarlos.
Una caricia, un beso, un ruego.

Las estrellas clamaban amparo,
y las nubes acudían al llamado.
Una caricia, un beso, una promesa.

Y el universo entero se paralizó.

La lluvia se detuvo antes de caer,
el viento paró de soplar,
las estrellas dejaron de brillar,
la luna cesó de mirar.
Y ellos, por un momento, de respirar.

Una caricia, un beso, un para siempre.